lunes, 8 de agosto de 2016

Qué puede aportar el evangelio hoy en la sociedad actual. Santiago Villamayor. Comunidad Almofuentes de Zaragoza. Zaragoza, 15 de abril de 2016


Jesús no creó ninguna religión, ninguna política o moral específicas. Solo exageró el amor hasta lo insólito: perdonar y amar también al que te hace daño, poner la otra mejilla. Esto no es exclusivo del cristiano, felizmente es de todos, pero sí que en un momento de la historia fue ’inventado’, revelado o activado por una persona de la que luego muchos hemos hecho un Cristo. Lo hemos universalizado en un paradigma de buen amor, de buen vivir. De este hilo hemos bebido todos lo humanismos.

Los nuevos paradigmas recuperan esta memoria del Jesús “enteramente para los demás” (P.Tillich), ”humano como solo un dios puede serlo” (L. Boff) que nos descubrían las teologías de la secularización y de la liberación allá por los años 1960. Ambas nos llaman no a la religión sino a esa supra ética de la desmesura y de la autonomía benevolente: “Aunque no hubiera cielo yo te amara”.

El “buen cristiano” es hoy el buen ciudadano que responde al consenso de la reciprocidad con la misma altura de miras con que le gustaría respondieran todos. Pero que además en algunos casos y según cada persona, y solo desde una auto invitación libérrima, se anima a sobredimensionar su civilidad con la donación de su vida. Tres peldaños de una ética cívica abierta a una trascendencia desde abajo: ciudadanía, fraternidad, donación.
Los bellos relatos, el cine, el arte, la poesía, las utopías sociales y algunas prácticas políticas, religiosas y comunitarias son extremadamente valiosas para animar y construir esta nueva sociedad y persona que todos queremos. Pero ese rellano final desde el que levantamos el vuelo suena a Jesús de Nazaret. A ese modo de vida, a esa actitud de ponerse en el lugar del menos favorecido, de responder incondicionalmente a la compasión.

Evangelizar hoy es extender este movimiento universal por la justicia y la felicidad con todas las instituciones mundiales y movimientos alternativos. Esa es la nueva iglesia, la convergencia de todas las gentes por la dignidad humana. Eso hizo y quiso Jesús. Su “Reino” es hoy este “impulso de dignidad universal”, inexplicable, que gime dentro de cada persona, del planeta y de cada acción colectiva. Ya ha concluido el tiempo de hacer nuestra Iglesia, de definir nuestro Dios, de defender nuestra Salvación. Es hora de construir una convención mundial por la justicia, una internacional de la esperanza.

Nos agruparemos en comunidades humanas de base, grupos de significación plural del desinterés, del amor, de la libertad. Será labor de estos grupos de esperanza llamar al optimismo radical del ser, a trabajar por la igualdad en libertad, a fomentar significados, desenmascarar el sistema único, disolver el lenguaje monolítico de las religiones y de las ideologías y denunciar los reavivamientos ilusorios y fundamentalistas. Tan difícil es para la persona religiosa dejar de remitirse a un mundo sobrenatural como para el materialista elevarse a significados no inmediatos.

Los próximos retos de este nuevo cristianismo serán la formación y el vigor de la esperanza en la sociedad civil. Propiciar las funciones simbólicas y formativas que hoy por hoy la sociedad civil no acaba de darse para elevar su moralidad. Vigorizar la esperanza: no es lo mismo moverse por certezas cerradas que por metáforas; lo primero da pie a pautas de entrega fuertes pero con orejeras, lo segundo responde a la gratuidad de la libertad. Las parroquias, cafés, foros y tertulias u otros lugares comunitarios deben ser, para todos los credos y pensamientos, lugares de acción y crítica social, de cuidados mutuos, zonas verdes frente al mercantilismo y zonas azules para la serenidad.

Santiago Villamayor. Comunidad Almofuentes de Zaragoza.

Zaragoza, 15 de abril de 2016

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